El sol te a de cara, su resplandor nos ciega haciendo de la luz la oscuridad mas intensa.
Igual que estando en un túnel, no acertamos a dar un paso porque no vemos el camino, tenemos que acostumbrarnos, esperar y ahí es cuándo empezamos a distinguir las sombras y a caminar con menos dificultad… No hay secretos, ni magia, hay paciencia, confianza y espera.
Espera, no tienes que ver con los ojos físicos, ciérralos, que la luz vaya entrando dentro de ti, ocupando tu cuerpo, tranquilidad para sentir como ilumina, cuándo todo esté claro en ti, mira, pon atención en lo que ya no quieres, tómalo y ponlo fuera de ti y fuera del espacio en el que habitas, llévalo con cuidado, no lo dejes con rabia, ni mal sentimiento, agradece lo que aprendiste, vuelve a ti, llena el hueco que dejó con la luz que te invade, siente como limpia y repara una ausencia que ya no necesitas.
Entiende que tu generas tu propia luz, aprende, acostúmbrate
Nos asusta lo nuevo, nos sentimos desnudos dejando atrás viejos o recientes dolores, que han hecho de compañeros en esa mochila llamada vida… En la ligereza de soltar, creemos no saber tomar tierra, solo basta con abrir los ojos y mirar que estamos en ella, le debemos respeto, por eso no tenemos que andarla con un peso que nos molesta a los dos.
Aprendamos de ella, lo que en principio parece no servirle, le alimenta y regenera, toma lo que necesita, le es suficiente para sentirse sana, bonita y fuerte.
El amor siempre es la fuente, la paciencia, la calma, la pausa, la espera, es la escuela.