Tengo mi forma de entender quién es Dios.
Nada tiene que ver con la iglesia católica, ni con ninguna religión.
Parto de lo que nos enseñaron «Dios es el padre»… Me he peleado tanto con eso, con lo que conlleva entender lo que es y representa a un padre (es quien protege, salva, ayuda, apoya, comprende) y además nos enseñan que es todo poderoso!!
¿Que pasa entonces con ese padre que todo lo puede y que además está en todas partes?
La rabia se hacía más latente cuanto más violento era el camino de mis mayores, el mio propio… No creo en Dios!
Se cómo pasó, no voy a extenderme en la explicación, hoy no.
Tengo que decir que a partir de unas herramientas que me dió mi sicólogo cuando tenía diecisiete años, empezó un cambio de percepción, recordé cosas de cuando era niña, yo hablaba con ese padre que nos enseñaron, pero con la cercanía a alguien igual que yo pero mucho más adult@, el diálogo era de tú a tú y cada noche pasaba lo mismo, yo recuerdo que alguien me escuchaba muy atentamente, no recuerdo entonces ninguna respuesta.
A partir de aquellos días en el que descubrí esas conversaciones, hize uno de los mayores buceos en mí misma.
Lo que encontré, lo que entendí me sacudió muy fuerte, de pronto comprendí quién era ese padre, que lugar ocupaba en nuestra existencia,en la mía, porque era el padre o el origen, de que manera podía ayudarme, cual era su súper poder.
Solo puedo explicar lo que sentí y así lo voy hacer. (lo partiré en tres, aún habiendo más particiones)
Soy mi cuerpo físico, mental y emocional.
Mis padres son padres de todos ellos, ninguna duda.
Pero ahí, donde el cuerpo físico no está, en las emociones, esas que cuando estamos vivos se conectan con el cuerpo mental y lo sentimos en la carne… Ahí es donde yo reconozco otro padre/madre.
Quién no es responsable de lo que me pasa fuera, quien siempre va a tratar que entienda que el/a va ayudarme desde otro punto que nada tiene que ver con mi cuerpo, me ayudará a tener la calma para afrontar situaciones.
Le visualizo como alguien que empatiza con lo que siento y tal vez ceer en ello, saber que está entendiendo el dolor, la furia, el miedo, me hace calmarme, mirar con distancia y escucharme como si lo dijesemos junt@s «siempre hay una salida»
En la soledad del ser ahora me siento acompañada y entiendo que esa compañía no es lo que me pintaban, si no aquella que me cuida en mis emociones, la que me calma para que mi mente se prepare para razonar, sin precipitarse y mi cuerpo pueda asumir lo que tenga que ser, sin culpar a nadie, pues la culpa nos hace presos y nos ata muy fuerte para que no sepamos resolver.
Ahora sí creo en Dios o Diosa, pero a mí manera, como yo le he descubierto en mi.
Madre/padre de todo lo que siento, mí calma, mí sosiego, mí aprendizaje.
A mis Dios@s de mis adentros que me ayudan a resolverme de dentro hacia afuera.