Cuánto me mintieron los poemas de amor, las frases románticas tejían un sueño que nunca se realizaba.
Me perdía en versos escritos para mí, me brillaron los ojos si, no menos que cuando estuvo tan dentro de mi boca, la arcada sonaba menos romántica de lo imaginado, pero me gustó más.
La dulzura se resbalaba entre mis muslos, un dulce diferente a lo sospechado pero igual de deleitable.
No se rompió mi corazón, se hizo elástico y flexible como mis abductores, hubo una distensión en mi cerebro para poder dejar de dar importancia a lo infantil, el equilibrio entre lo soñado y lo vivido estaba en el placer que ambos me habían proporcionado.
Disfrutar en libertad de los caprichos carnales, atragantarme con la pasión, la fuerza.
Que suene, que se oiga, que huela a vida.