
Dime qué respiraste tranquilidad.
Dime qué dejaste descansar la vista en esos lugares, mientras tus pensamientos reposaban en una paz necesaria.
Cuéntame del silencio caliente enfrente del fuego.
¿Qué te contaron los riachuelos de lo que vieron las cimas de los montes?
Explícame qué sentiste al notar la violencia del viento.
Descríbeme el aroma fresco en la noche y si escuchaste caer el rocío sobre la tierra.
Déjame que haga mia tu emoción, la quiero intensa, que haga latir mi corazón fuerte, muy fuerte.
Voy a robarte el respirar hondo, que se me ventilen las entrañas que huelen a encierro.
Permíteme que grite hasta quedarme afónica, en unas cumbres que nunca pisaré y tú me mostraste.
Todos un día podemos disfrutar del placer del ciego, que pide con lujo de detalles, para disfrutar como si la felicidad ajena fuese nuestra.